lunes, 26 de junio de 2017

Capítulo Cuarenta y Siete

 Yo soy tú.

 Algunas personas me han dicho abiertamente que no me leen, que "no están para historias", sin embargo cruzan conmigo relatos que tienen la misma sensibilidad y el afán de respuestas que escribo por aquí.

 Este post es para ti, que sufres, que a veces te sientes frágil o que a veces crees desmoronarte sin razón alguna. Voy a exponer mi aprendizaje en base a la relación entre lo que sentimos, lo que pensamos y lo que hacemos.

 Corresponde a una sesión de Psicología que impartí en base a mi experiencia personal y profesional hace poco para 2º de Bachillerato. De verdad, no leas esto si no te interesa, pues el relato no es bueno ni malo, solo la mirada desde tu mochila lo completa. Seré breve.

-SENTIR-

 No huyas. Siente sin miedo aunque sea el miedo.

 Las emociones nos dan información para tomar decisiones, por ello no son ni buenas ni malas, son adaptativas. Coincidirás conmigo que sentir miedo puede ser terrorífico y desagradable, ¿pero qué otra cosa se puede sentir cuando nos enfrentamos a algo que nos aterra o que simplemente se aleja de lo que conocemos (o lo que llaman la zona de confort)?

 Siente, siente sin miedo aunque sea el miedo. En la vida nos situamos en posiciones de debilidad o de fortaleza, y la ansiedad en la mayoría de ocasiones deviene cuando nos mostramos fuertes o débiles cuando no toca. En los momentos difíciles llora, pide ayuda. Es lo más honesto, es lo que toca.

 Abre la puerta a la emoción pertinente en cada momento y siéntate en el sofá para estar con ella sin invitarte a hospedarla. Naturaliza las emociones. Llora cuando hay que llorar para reír cuando toca reír.

 La gestión emocional es como la navegación. Aprende a escucharte cuando no hay olas, cuando tu nivel de ansiedad es suave a través de sus manifestaciones físicas; si no lo haces, cuando al mando de tu embarcación haya una buena tormenta ya será demasiado tarde... ¡No se puede aprender a navegar con tantas olas!

 -PENSAR-

 No eres aquello que piensas. Éste es el aprendizaje más importante que puedes hacer, el de no identificarte con aquello que piensas.

 Imagina que tengo pánico a las agujas y mañana me voy a vacunar. La emoción que aparece es el miedo, y con ella vienen sus acompañantes: los pensamientos. Tú no eliges los pensamientos que vienen a tu cabeza (pocas veces lo haces), son ellos los que vienen a ti.

 Y cuando aparece el miedo los pensamientos que se activan son los de incapacidad, negatividad futura y mala imagen de uno mismo. De verdad, no valores si duelen o si crees volverte loco; lo normal cuando hay miedo es que aparezcan estos pensamientos.

 Créeme, no vas a volverte loco, pero debes entender que los pensamientos sirven para protegerte. Cuando uno tiene miedo las alturas, no es a las alturas a lo que teme, sino a las cosas que se le pasan por la cabeza cuando se encuentra en las alturas.

 A veces piensas que te "comes la cabeza", pensamientos repetitivos que aparecen sin cesar. Funcionan así porque intentas evadirlos manteniéndote ocupado. Ponles un cierre, entiende su significado y ahora sí, ponte a hacer cosas. No eres lo que piensas....

 -ACTUAR-

 Aquí es dónde más margen tienes de decisión. Decía Serrat que no es lo que sufres, sino cómo lo sufres. Solo entiende esto: busca el equilibrio.

 Ante el malestar no te sumerjas con la emoción bajo las sábanas, tragando techo y sin salir de casa. Tampoco te olvides de ti distribuyendo todas las horas del día con ocupaciones porque al final del día, te encontrarás contigo.

 Busca el espacio para estar con tu emoción, ten una cita con ella. Pero cuando tú quieras. Dile a la emoción que les das un espacio concreto de tu día, pero que luego te vas. Conéctate con la emoción y llora si es necesario, pero porque les dado una cita de 10 minutos al día, no porque te vaya secuestrando a su antojo.


 Escribo esto porque vivir no es fácil aunque sea maravilloso. "Porque hay que pasar por una fase en que aún no se tiene todo lo que se busca, pero dónde ya ha habido necesidad de abandonar parte de lo que se tenía"....

martes, 23 de mayo de 2017

Capítulo Cuarenta y Seis

 "Cuando miras al abismo, el abismo también te mira a ti". Friedrich Nietzsche

 No leas esto. Si no tienes cinco minutos de silencio no leas esto. Apaga la tele, ve a un lugar tranquilo, elige el momento apropiado. De verdad te lo pido, hazte el favor, y si no puedes, no leas esto.

  Lo que más me gusta de vivir frente a un hospital es que me recuerda que no estoy en él. Desde mi ventana se intuyen dolores, familiares que no duermen, comida sin sal y tarjetas sanitarias. Como al volver de un funeral o al ver a viejos amigos, este edificio me propone estar conectado a lo verdaderamente importante.

  Recuerdo que alguna vez me han preguntado por mi principal virtud: "la consciencia de finitud", respondo siempre sin dudar. Algún día no estarás, de verdad te digo, no estarás. ¿Qué valor tendrían las cosas si fueran para siempre?

 Empieza ahora, antes de acostarte o al despertarte. Decide, porque si no lo haces alguien lo hará por ti. Imagina que tienes un biógrafo, no te hagas pasar la vergüenza de no tener nada que contarle al mundo.

 ¡Atrévete! Y disfruta...

 Disfruta porque incluso para el que sufre, la vida se acaba demasiado deprisa...

lunes, 13 de julio de 2015

Capítulo Cuarenta y Cinco

 ESCENAS DE AMOR: DEL CINE A LA REALIDAD (I)


 Estoy harto de que mi pareja me recrimine que no soy nada romántico, y quizás por ello he visto la oportunidad en nuestra mudanza de recrear una de esas situaciones tan bonitas que ella mira pasmada en una película de sábado por la tarde, o en un libro de Federico Moccia: pintar el salón en pareja con música de fondo (ya sabéis, acabar manchados y revueltos en pintura haciendo el amor).

 La cosa "pintaba" bien, estábamos los dos adornando de colores las paredes de nuestro salón mientras puse intencionadamente la canción "ain't no mountain high enough", que convertía la escena en algo mucho más dreamer. Así pues, con cierto bailoteo espasmódico me acerqué a ella y le pinté dos líneas azules (o como dice ella, "color cian")  en sus mejillas con mis dedos; en ese momento supo que era el personaje de una peli, y me besó mientras me tiraba carraspazos de pintura y nos revolcábamos por el suelo.

 No solo me había dejado casi ciego, sino que mientras me desnudaba con la agresividad que el sexo requiere, tuve la sensación de estar pasando una prueba de Humor amarillo. Era tal el agobio que la giré y me puse encima suyo para dejar de tragar agua, sudor y pintura. En el spotify de mi portátil ahora sonaba la jodida publicidad, pues ya hace meses dejé de pagar la cuota; aunque la cosa empeoró cuando en mitad de la batalla, en la lista de "amor y lentas" que preparé, sonó "Yo no me doy por vencido" de Luis Fonsi.

 Estaba chillando de lo que yo creía que era placer (quiero recordar que no veía nada por el escozor en mis ojos) mientras yo jugaba a ser Barceló con mi brocha; no de manera muy placentera, porque entre el sudor y la pintura aquello era como meter una anguila en un barreño lleno de agua. Ella me azotaba con las manos mientras nos escurríamos hasta un ventilador de pie que me cayó encima y amenazó con jugar con las aspas en mi ojete, como si hiciéramos un trío. Era humillante, pero no era lo peor de todo.

 Yo, aún con los ojos cerrados dejé de notar su respiración y sus gritos, y al preguntarle si estaba bien no obtuve respuesta. Fue al agitarla cuando vislumbré que tenía clavada una puta espátula en la espalda (de no estar casi ciego por la pintura habría visto la jodida sangre) y que estaba medio inconsciente.

 Y ahí estaba yo, lleno de pintura y semi-desnudo en la sala de espera del hospital, con la entrepierna que me escocía como para meter los huevos en una bañera llena de talco, y amenizando la espera de los que ahí estaban. Solo pude reírme cuando por el pasillo escuché que una enfermera le decía a la otra: "¡tiene todo el coño pintado de color cian!"


sábado, 27 de junio de 2015

Capítulo Cuarenta y Cuatro

Breve extracto de las conclusiones de un trabajo del Máster de Filosofía sobre la identidad


 Tendemos hacia lo homogéneo y se nos lleva de la mano no solo a ser iguales, sino a reconocernos como tales. Para mí, el problema está en la unidad de las prácticas y en la ausencia de pluralidad. Sennett recoge en las primeras páginas de "El artesano", que "hacer es pensar", y este es mi punto de partida aunque voy a ir más allá de lo que el autor quería decir con ello.

 Hemos dejado de vivir experiencias directas con las cosas, y gracias a la técnica residimos en una superficialidad donde la realidad solo es teórica. Los niños aprenden cosas que no han visto, ya que cada vez se hacen menos salidas para experimentar la naturaleza o lo visto en clase. En una sociedad más viajera que nunca, pisamos lugares en los que ya hemos estado gracias a la tecnología, que nos permite más que nunca "conocer" lugares sin tener que pisarlos. Incluso una vez escuché a un presentador de un late-night televisivo diciendo que antes se formaban para entretener a los espectadores, y que sin embargo, ahora son los espectadores los que los entretienen a ellos a través de realities dónde lo vulgar y lo cotidiano son el protagonista.

 El mundo nos ofrece más posibilidades que nunca, y sin embargo el sistema y el modelo educativo nos invitan a no explorarlo. Hoy las decisiones se toman desde el sofá y no desde la práctica; los propios adolescentes deben elegir su futuro profesional basándose en una irrisoria y limitada cantidad de prácticas que les dirá qué es lo que se les da mejor.

 En mi etapa como formador de empresas tuve la oportunidad de desarrollar lo que llamo Pedagogía de la Posibilidad, basada en la novela "El hombre de los dados" de Luke Rhinehart, en la que un psiquiatra cansado de convertir a sus pacientes en personas "que ni sienten ni padecen", decide jugarse las decisiones y prácticas de sus pacientes a los dados. El juego es sencillo y consiste en apuntar ante una decisión a tomar seis opciones, donde cuatro de ellas forman parte de lo que la persona que debe decidir haría en condiciones normales, siendo afín a su personalidad, pero con otras dos opciones enmarcadas dentro de lo que una persona no haría nunca.

 Podría citar como ejemplo la realización de un viaje. Uno podría poner cuatro lugares a los que le gustaría ir, y dos a los que no; si el azar depara ir a los que sí, fortalece su personalidad, la persona sigue ahondando en ser quien es y remarca su patrón. Si por el contrario, el azar propone conocer dos lugares que nunca han formado parte de sus intereses, puede conocer otra parte de sí mismo, de ese ser multidisciplinar que somos y que permanece dormido.

 Vivimos la dictadura de ser únicamente quienes queremos ser y desde esta perspectiva, es interesante poder ser lo que Dios-Dado quiera, ser muchas más cosas. Extrapolar esta idea algo romántica del azar a lo que hice en mis formaciones empresariales, supone situar a ejecutivos y empleados en otra disposición de roles, y que a través de técnicas de teatro terapéutico lo represente entre todos. No solo consiguen ver sus propias actitudes desde fuera, sino que participan activamente como espect-actores a cambiar aquello que provoca problemas.

 También en un programa que he elaborado para niños baso mi tarea en las prácticas. Después de dieciocho años en dependencia de sus padres, un adolescente va a tener que elegir pareja, amigos, estudios y trabajo: demasiada carga para alguien que no ha elegido nunca. Pongo el foco en experimentar cosas para que la realidad no les venga de nuevo, para que puedan elegir quiénes quieren ser con más bagaje en sus espaldas, porque al final solo las prácticas nos harán libres de pensamiento.

 Porque "hacer es pensar".

lunes, 13 de abril de 2015

Capítulo Cuarenta y Tres

Carta abierta a los killos de España.

Queridos Jonathans, Samanthas, Jenniffers y Kevins:

 No me suelo dirigir a vosotros porque no frecuentáis mis amistades y tampoco compartimos los mismos espacios, pero esta vez os necesito.

 Antes de nada me gustaría deciros que no llevo tribales en ninguna parte de mi cuerpo, nadie me llama con el artículo "el" delante, no tengo carnet de coche y por ende no tengo coche rebajado ni con cristales tintados, y lo peor de todo: he hablado mal de vosotros.

 Hubo un tiempo en el que al imaginar que vuestro voto político valía lo mismo que el mío creí que se os debía encerrar vivos en un polideportivo (no es un policía que practica deporte); pero ahora sois mi salvación y la de nuestro país por lo que os explicaré a continuación.

 Estaba el otro día en una cafetería con Adri y con Isa, y me quedé absorto (ni caso) en mis pensamientos tal y como hacía Sócrates (no es dj ni futbolista) en la antigua Grecia (sí, venden hachís). El tema es que voy a votar a Podemos por razones que voy a explicar en otro post, y pensaba en lo fuerte y comprometido que es el electorado (no lo pienso explicar todo) de derechas.

 Lo más fuerte es que la derecha, por tener una mejor posición económica procrea más y amplía así el número de votantes del PP. Y fue en ese momento en el que vi la luz, ¿cómo podría nuestra sociedad combatir esta tendencia ideológica y numérica? ¡Con vosotros!

 Killos y canis de este país, sabido es que hay tres cosas en las que creéis: la contraportada del As, los primeros discos de Camela y la izquierda más obrera. Pero la razón por la que sois importantes en mi esquema político es porque solo vosotros podéis competir con los índices de natalidad de la casta más rica; os da igual parir con 15 o con 16, tener trabajo o no para criar a vuestros retoños, tener 3 o 7 hijos....

 Procread sin cesar y a conciencia, ya que como sabéis ningún killo se hace viejo como explica el hecho de que no se conozca a ningún mayor de 70 años que se llame Jonathan, Ráquel o Jessy.

 El futuro es nuestro, ¡sus kieroh!

jueves, 12 de febrero de 2015

Capítulo Cuarenta y Dos

 Microrrelato presentado a concurso con las siguientes bases: tema libre, no tener más de 100 palabras y contener las palabras "tatuaje, hotel, bañera"


 Cuestión de principios

  Aquellos momentos ya no pertenecían a este mundo, aunque tampoco a ningún otro; estaba despidiéndome de la vida fiel a los que siempre habían sido mis principios, pues si la vida tenía que vivirse como una gran fiesta, la muerte no merecía menos.

 Y allí estaba, en una bañera del más lujoso hotel de Madrid brindando conmigo mismo, y deslizándome suavemente para morir ahogado. Abrí los ojos para no morir a oscuras y topé con mi tatuaje: “si no te gustan mis principios, tengo otros” decía.

 Y ahora, empapado y en esa misma habitación escribo esto, dándome una nueva oportunidad…

viernes, 30 de mayo de 2014

Capítulo Cuarenta y uno

 Hace apenas tres horas me han comunicado que ha fallecido un amigo mío. No está, pero estuvo, es de esos pocos que estuvo aquí, más allá de esos cuerpos que deambulan por los rincones del planeta.

 Parece que mi pecho no tiene intención de regalar en este post habladurías sobre lo bien que hizo y de las bonitas experiencias que pasamos juntos. En una semana en la que ya murió algo en mí, en la que no sé muy bien si me duele que se me tratara como si no sintiera, o si es que se pueden vivir historias de desamor antes de que el amor impregne en nada. Quizá sean ambas...

 Me hice pedazos a principios de semana, pero ¿qué queda del jarrón cuando se rompe? Queda el espacio que habitaba, el lugar donde quizá se ponga otra cosa, pero lugar que mira al mundo, que sigue rodando impenetrable...

 Me gustaría llorar por el culo, por la nariz o por la boca, porque llorar nubla la vista y el color de las cosas que están ahí afuera. Uno llora y el mundo cambia, nada es igual y sin embargo, nada ha cambiado.

 ¿Quién recoge los pedazos del jarrón y quién seca las lágrimas? El tiempo que no es tiempo sino minutos y horas, las personas que te acogen con sonrisas, las libélulas con forma de dos personas, y otros que inconscientemente y sin saber nada tienen hueco en el pecho y en el pegar de los trozos...

 La vida te da y te quita cosas. Me ha arrancado dos esta semana, pero amiga, me has dado tantas....

 Te quiero vida.
 Te quiero Dani...

lunes, 26 de mayo de 2014

Capítulo Cuarenta

Domingo.

 El mismo día en qué recobro la ilusión y la confianza por la sociedad, la pierdo por el individuo, por la persona...

 Ésta es una historia de dolor como la que vivimos todos en un momento dado, en la que el corazón se encoge y se llena de grietas la pizarra en la que se plasman tus sueños. El mundo pierde su sentido bajo la mirada del dolor, porque las cosas no son nada más que la interpretación que haces de ellas, bajo ese nuevo cristal de tus gafas que dibuja las cosas un poco más oscuras.

 Es una experiencia entre dos personas en la que una soy yo y la otra no es ni siquiera ella.

 Una pequeña ilusión que muere, una expectativa que se hace pedazos, un deseo que se desvanece con forma de persona, como si una figura de Dalí se fundiera desde mi cabeza que es donde la pienso, y se derramara por todo mi cuerpo.

 Y al final no es lo que sucede lo que te duele, sino no ser capaz de entenderlo. Decía un escritor que "quien no sabe lo que siente el otro pierde", y éste es uno de los pequeños males que persigue mi vida. Poner toda mi atención en lo que siente el otro, entender, trazar el cariño desde la caricia y la comprensión de quien sin embargo, está ausente.

 Y todo pasa de noche o en domingo, quizá porque la otra persona se olvida de lo que vive entre dos y decide racionalizar lo que siente para una. Es solo un peso más en la caja de fracasos que tengo en el cajón, junto a tu recuerdo....

miércoles, 7 de mayo de 2014

Capítulo Treinta y nueve

 Reflexión sobre el sentido de la vida tras leer a Camus

"No hay sino un problema filosófico realmente serio: el suicidio. Juzgar que la vida vale o no la pena de ser vivida equivale a responder a la cuestión fundamental de la filosofía. El resto, si el mundo tiene tres dimensiones, si las categorías del espíritu son nueve o doce, viene después".

 Hace poco di una charla titulada "cómo afrontar los problemas de la vida", contaba al principio de la misma que la respuesta se encontraba en la misma pregunta, pues definir aquello que entendemos por vida supone la mayoría de nuestros problemas. Dudo que uno tenga problemas de pareja o problemas laborales, creo más bien que las personas tienen el problema de no haber pensado y definido lo que supone la existencia.

 Uno prepara un viaje, se forma para trabajar en una empresa y descubre los gustos de la persona amada para que el amor perdure; sin embargo, parece que la vida es lo único que podemos trazar a golpes de viento o como a uno le llevan las olas cuando se hace el muerto. Eso es lo que Camus define como absurdo, darse cuenta del divorcio entre el actor y el decorado, entre la persona y el mundo, descubrir que la vida no tiene ningún sentido, darse cuenta de que al mundo no se ha venido a hacer NADA.

 Y desde aquí se construye, porque uno se da cuenta que en la vida el sentido hay que dárselo. En una vida eterna, sin muerte, nada tiene peso; todo lo que se haga se puede remediar, uno puede cambiar una y mil veces de opinión y lo que no haga ahora lo hará luego. Pero en una vida con la presencia de la muerte, el peso de nuestros actos no es precisamente leve, todo lo que hacemos retumba en nosotros hasta el fin de nuestros días, y generalmente sucede porque vivimos en un cuerpo finito como si no fuéramos a morir nunca.

 Así que es hora de levantarse, de crear, de hacer grandes cosas; bailarle a la vida con pasión y con esfuerzo, sí, con esfuerzo. En una sociedad pensada para no sufrir donde la pastilla del farmacéutico queremos que cure todo aquí y ahora, ser feliz supone un esfuerzo. Es hora de bajar la copa de vino o de ron, y gritar "carpe diem" por la mañana, despertarse con ganas de hacer cosas maravillosas.

 Construye tu proyecto de vida, mírate y piensa quien quieres ser. Alinea lo que piensas con lo que sientes y con lo que haces; confía en la gente pero cierra el coche con llave. Sé valiente para decir "te quiero" y para decir "ya no te quiero". Haz cosas, solo te vas a arrepentir de lo que no haces....

....VIVE!

martes, 1 de abril de 2014

Capítulo Treinta y ocho

Reflexión sobre la fotografía tras leer a Bazin


 Bazin nos sumerge en una reflexión sobre lo que supone el arte y su pretensión creadora, y lo hace trazando la historia de lo que para él es una lucha encarnizada del hombre por vencer a la muerte y por fijar la vida.

 La pintura durante siglos intentó establecer una conexión entre la realidad y lo creado, entre el modelo y el retrato, paralelismo que permitía al artista “salvar” aquello retratado. No existe una realidad ontológica ni una identidad común establecida entre el mundo de lo real y la creación artística, pero al menos, a través del recuerdo y la semejanza se nos permite salvar al modelo de lo que Bazin llama, “una segunda muerte espiritual”.

 La invención de la perspectiva supuso un gran avance para esa pretensión de copia del mundo exterior. La pintura traía consigo la ilusión de un espacio más real en tres dimensiones, y con ella el debate entre dos cometidos: uno puramente estético, y otro que luchaba por duplicar el mundo exterior con la mayor precisión posible.

 Sin embargo, su relato empieza citando el embalsamamiento, como posiblemente la primera creación artística de la historia si se tiene en cuenta desde la perspectiva de una lente psicoanalista. Embalsamar y las precauciones para conservar el estado de la momia, eran la respuesta a la necesidad vital del hombre de escapar a la inexorabilidad del tiempo, y como dice textualmente Bazin “fijar artificialmente las apariencias carnarles de un ser supone sacarlo de la corriente del tiempo y arrimarlo a la orilla de la vida”.

 Esto supone salvar al ser de la muerte, pero con un distintivo claro respecto a la pintura y las demás artes hasta la aparición de la fotografía, y es que presupone la existencia del modelo. El embalsamamiento respecto a una pintura del siglo XIV, nos hace creer en una relación ontológica entre el mundo real y la creación artística, nos invita a creer en la existencia de lo creado de una manera inevitable; mientras que con la pintura en el mejor de los retratos, uno tiene que contentarse con la relación de semejanza, que lo salva de esa segunda muerte antes comentada.

 La obsesión por la semejanza por parte de las artes plásticas queda obsoleta con la irrupción de la fotografía, que satisface toda pretensión del realismo. La fotografía entonces, en vez de intentar copiar la realidad nos da la realidad misma, nos revela lo real; pero ¿qué relación tiene esto real con el observador?

 Tiene la relación más limpia posible, pues la fotografía se libera de todo elemento subjetivador, que en la pintura no se había podido eliminar ya que en ella siempre se podía plantear cuánto debía la imagen a la existencia del hombre como pintor. La fotografía excluía al hombre de la producción artística, ya que en ella no se interponía nada entre el objeto inicial y el objeto representado. Por primera vez se creaba mecánicamente desde la ausencia del hombre que no interfería en lo representado.

 Y esta misma objetividad de la fotografía supone un hecho fundamental en su experiencia, y es que nos obliga a creer en la existencia de lo representado, entendido más que nunca como algo “re-presentado”, expuesto a la repetición en el presente. “Re-producción” viene a decir que algo se nos presenta o se produce nuevamente, y este carácter ontológico de la existencia de la realidad sólo la obtenemos bajo la objetividad de la fotografía.

 Llegados a este punto debemos preguntarnos, entonces, ¿qué es el cine? La respuesta clara y sencilla que podríamos obtener en un diccionario es la de “imágenes en movimiento”, por ello se entiende perfectamente porqué Bazin quiere explicar el cine desde la fotografía; porque si la fotografía salva la realidad bajo su carácter perenne de reproducción, el cine no es más que su realización en el tiempo. El cine supera la fotografía porque no sólo se limita a congelar y guardar la realidad en el instante, sino que lo libera de lo fugaz y explica la imagen ahora desde el cambio, desde la duración.

 La lucha encarnizada por vencer la muerte y detener el tiempo ha llegado a su fin. La pintura olvida ya la pretensión realista y apuesta por su condición estética. La fotografía y el cine se convierten en fenómenos naturales reveladores de lo real que no precisan de la intervención creadora, donde el espacio está “re-presentando” una realidad desde una perspectiva instantánea o explicada desde la duración.